martes, 3 de abril de 2018

CUANDO CIERRO


CUANDO CIERRO
Cuando cierro los ojos comienzo a ver, como si recorriera una distancia infinita a una velocidad inimaginable, como si la realidad me permitiera abstraerme más allá, en un viaje remontado por mis alas, para poder comprenderla en profundidad.
Sumergido en realidades y pensamientos, nadando para no ahogarme en ellos, pierde impulso en mi esencia y me detengo para pensar.
De repente, surge entre las aguas una oportunidad que no percibí antes, la cual, como un tronco en medio del océano, me permite salir del agua por un momento, para descubrir el paisaje, mirar hacia el cielo, respirar,...
En ese instante, impulsado por cierta magia inexplicable, remonto mi andar y diviso el todo de mi reciente experiencia, de mi viaje sin rumbo.
Entonces veo el camino desde lo alto, con claridad, y descubro lo maravilloso que fue sentir el agua fresca en mi corazón ardiente, ávido de emociones, y que en el transitar por los diversos senderos, el viento me refresque, me acerco al sol, que quema mi alma cuando se pierde del recipiente al cual pertenece, el que permite sentir tantos sentires. En ese momento decido regresar a mi camino, ya no para estar sin rumbo, sino para fusionar mi alma al cuerpo que me tocó ocupar y volver a sentí.
Quizás el día en que descubrí mis pasos, remonté el camino tan elevado que, el camino de mi vida, que se tornó tan pequeño que parecía insignificante.
Cuando abro los ojos comienzo a ver, recorriendo una distancia infinita a una velocidad imaginable, como si los sueños me permitieran abstraerme más aquí, en una vida con ilusiones que me permiten caminar para vivirla con profundidad y disfrutar la magia en momentos que, explicarlos sería perder la razón y vivirlos, encontrar libertad.

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