jueves, 29 de marzo de 2018

Querid@s amig@s:


Querid@s amig@s:
Qué agobio nos producen estos difíciles años de la madurez.
Y porque les comprendo, decido escribirles.
Pensemos que no sólo es una cifra en años… es también un estado del alma.
Es la cumbre de un camino del que se desciende con mucha rapidez, con mucho temor, con muchas realidades amargas.
Es un cambio de visión: los ojos acostumbrados a iluminarse de esperanza, a soñar con bellas promesas, a divisar horizontes amplios… ahora empiezan a retroceder, a mirar hacia atrás a lo poco que se ha hecho, a los avisos de la naturaleza que nos limitan, nos quitan muchas vanidades, haciendo declinar nuestros básicos atributos.
En una palabra, vemos con asombrosa lucidez el declive, el cambio inexorable.
Época de evoluciones, época difícil, para la que hay que prepararse. Los nervios se alteran, con frecuencia hay cierto desequilibrio emocional…
Sepamos asimilarla, encontrarle belleza y darle estabilidad.
Es la última capa de la corteza de un tronco que va viviendo ya muchos años, la última etapa de una vida plenamente realizada.
Los hijos crecen. Tienen juventud, amor, preparación, ¡ideales!  Y se van…
Nosotr@s mism@s, no podemos lucir como antes. No podemos soñar con aquella ilusionada visión de futuro… ¡como antes!
Es la época de la compensación: esa soledad hay que sustituirla con ternura; ese ardor de los sentidos, con fuego del alma; ese poco interés de lo nuevo, de los alicientes de la vida, con una mayor intimidad personal, comprensión espiritual, unión de uno en el otro.
Como si el recorrido del camino los hubiera hecho de una sola pieza… ¡Para eso crearon, lucharon, y sufrieron por lo mismo! Iguales triunfos… Iguales cicatrices… Pueden sentirse satisfechos con sólo mirarse… La vida se ha ido transformando de un modo perceptible. La relación de fuerzas, de motivos, se ha invertido en pocos años. Y es necesario un nuevo movimiento de valorización, de dirección espiritual y emocional, para encontrar nivelación y equilibrio.
Toda vida tiene un momento heroico, una emoción gigante, un acto de extrema generosidad que la salva, que la llena de luz.
Tiene un gran cúmulo de recuerdos dulces y amargos, guardados, amasados juntos en nuestra alma, como un cáliz que resumiera todos los jugos de la existencia.
Hay que asomarse a ella, libar todos los sabores, descubrir las mieles que a través de todas las etapas nos ha dado la vida.
Y volver los ojos atrás…
Más que con resentimiento, con amor.
Más que con temor, con fe.
Más que con lágrimas, con serenidad.
Más que con envidia por los que empiezan, ¡con una enorme gratitud por los que acaban!
Y seguiremos así hasta que dure nuestra existencia no tengamos miedos, ahuyentémoslo
de nuestra vida, enseñar de nuestras experiencias a quienes las desean es y debe ser una
GRATITUD que debamos a la vida.
No me despido porque no la hay sólo un hasta luego y algo más continuar.

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